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domingo, 4 de enero de 2009

Rayo de luz

Sentir tus manos sobre mi piel despertó en mi sensaciones que hasta ahora creía dormidas. Todo mi cuerpo saltaba como un resorte como respuesta a tus besos. Tus manos, esas manos que tantas veces había tocado, me eran ajenas. Cogía uno a uno tus largos dedos y los lamía despacito, explorándolos. ¿Cuándo te hiciste esa cicatriz? ¿Por qué no estaba yo allí para curártela con mis besos y mis labios? ¡Qué dulce sabor amor! Dedos de caramelo, dedos de azúcar morena, dedos curtidos por mil y un trabajo y tan suaves como una pluma.
Jugabas con mis pezones. Los lamías y te separabas un poco para ver como se endurecían. Los mordías, blanco y tostado se fundían. ¡Es tan bello mirarte! Tu pelo alborotado, tus mejillas enrojecidas, tus labios brillantes anillando mi pezón.
Acaricio tu cara y el sueño se transforma en deseo cuando sonriendo vuelves a besarme. Tu lengua abre mis labios humedeciéndolos a la vez que busca ansiosa un encuentro con la mía. Me resisto a cerrar los ojos pero cuando nuestras bocas no son más que una, tu mano se desliza por mi estomago, desciende y empieza a acariciar mi vello recortado, dejo de tener control sobre ellos y todo se vuelve oscuridad. Nuestros pechos suben y bajan pegados cada vez más agitados. Tu imagen tatuada en mi retina llega hasta mi cerebro, te veo sin verte. Tan hermosa y dulce disipando las nubes. ¡Qué ciega he estado todos estos años, mirando sin verte!
Mis piernas se abren lentamente. Mi sexo húmedo acoge tus dedos vibrando a cada caricia, esas caricias que jamás imagine que iba a recibir de ti.
Me atrevo por fin a coger uno de tus blancos senos con mi mano y la dejo allí sin atreverme a ir más allá. Tus ojos una vez más disipan mis dudas, tu mano se posa sobre la mía, tranquilizadora y sabía. Me enseñas como amarte. Moviendo mi mano bajo la tuya sobre tu piel. Gimo cuando rozas con un dedo ese punto escondido en mi intimidad, en mi mente mil y un fuego de artificio estallan a la vez.
Me inclino ante ti con un único propósito, conocer el sabor de esas fresas duras, rojas, jugosas que coronan tus pechos. Las lamo, las saboreo, las muerdo. Se endurecen más y más entre mis labios. El olor de tu piel se abre paso sin dificultades, mis cinco sentidos tienen una única misión: tú cuerpo.
Mis ojos ciegos a todo que no seas tú se llenan de tu belleza, mi nariz se satura con tu olor a naranja y ambiciosa, sigue aspirando tratando de atrapar todo tu aroma, mi lengua lame tu piel una y otra vez saciándose de nuevos sabores que solo existen en ti. Mis oídos recogen tus gemidos y las palabras de amor que continuamente salen de tus labios. Mis manos recorren tu cuerpo extrañadas y complacidas por la suavidad y el calor de tu piel, por la dureza de tus senos, por la humedad que se adivina en tu sexo y sin atreverse aún a sumergirse en ella.
El espejo nos devuelve una imagen de cuerpos entrelazados. Geisha blanca y menuda perdida en mi figura de madonna, morena, grande y acogedora .
Mi mano guiada por la tuya llega por fin a tu sexo y apenas lo roza. De nuevo acudes en mi ayuda. ¡Qué sensación mojar mis dedos con tus jugos! Licor de amor decían viejos amantes, pócima mágica que tú, hechicera, destilas para mi. Me hundo en tu sexo y es como entrar en un camino sin retorno que lleva a sensaciones tan antiguas que siempre son nuevas. Mis dedos unidos a los tuyos vuelan entre sexo y sexo.
Coges mi barbilla izando mi cara para volver a besarme ahogando con tus labios mis gemidos. Mi espalda se estremece con cada caricia. Tus dedos entran y salen de mi cada vez más rápido. Mis muslos atrapan tu mano como tratando de evitar una huida improbable. Te imito amor, y pronto siento como tu cuerpo se tensa. Muevo mis dedos más lentamente ahora, apresados por las paredes de tu sexo. Entre temblores y jadeos empapas mi mano. Casi al instante, entierro mi cara entre tus pechos y mi orgasmo se mezcla con el tuyo. Inmóviles, cuerpo con cuerpo, siento tus latidos y no quiero separarme nunca de ti.

Volvemos a besarnos dulcemente. Cierras los ojos, beso tus párpados, tu frente, tus mejillas. Sonríes y muerdo suavemente tu labio inferior pasando mi lengua después calmando el mal que mis dientes te han infringido. Tienes frío, la piel erizada. Cubro con mi cuerpo el tuyo. De nuevo tus pezones me atraen poderosamente y sin oponer resistencia los beso y de nuevo noto el anaranjado sabor de tu piel. Paso mi lengua por tu estomago, recorro tu cintura y me arrodillo entre tus piernas contemplando tu figura desnuda. Sigues siendo la misma niña con la que tantas veces jugué. Tu sexo es como una flor a punto de abrirse. Me miras con tus hermosos ojos dilatados de placer. Tu deseo inflama al mío. Te doy a lamer uno de mis dedos sin poder dejar de mirarte y glotona lo chupas, lo muerdes, la lames. Empapado lo paso por tu vientre hasta abrir los pétalos rosados que tiemblan de placer cuando mi boca exhala su aliento sobre ellos. Tímida mi lengua recorre los pliegues que guardan tanta belleza. Te oigo gemir y con pequeños toques sobre ese mágico lugar consigo que grites de placer, tu sabor agridulce me embriaga y devoro esa dulce flor rosada que se abre solo para mi. Mi lengua penetra en ti. Te mueves sobre mi cara incrementando tu placer. Sujeto tus nalgas y lentamente dibujo círculos con mi lengua justo en el lugar que tu deseas. Tu rodilla entre mis piernas frota mi sexo cada vez más rápido. ¡Mi amor, déjate llevar y moja mis labios! Intento no gemir y seguir lamiéndote con el mismo ritmo a pesar de que mi orgasmo esta llegando y presiono mis piernas atrapando tu rodilla en mi sexo. Gritas y sujetas mi cabeza con fuerza, hundiéndola entre tus piernas. ¡Que dulce sabor mi vida! Repto por tu cuerpo, fundiendo tu piel con la mía y comparto contigo tu sabor agridulce, culpable sin duda de mi adicción a ti.
Te has dormido entre mis brazos mi cielo, quisiera que no despertaras nunca y pasarme toda la vida contemplando la sonrisa que se dibuja en tus labios.

Imágenes de Flickr:
1ª imagen - luv6simran9
2ª imagen - Alejandra Menduina

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