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jueves, 11 de diciembre de 2008

Simplemente Teresa

Estaba viendo una película cuando oí el ruido de la llave en la cerradura. Entró cantando como de costumbre. Enseguida el aire se llenó con su perfume y las mariposas de mi estómago se alborotaron inquietas. Llenó con su sonrisa el salón y vino directamente a sentarse sobre mis rodillas. Sus labios eran dulces. Soltó una risita al notar mi erección y volvió a besarme antes de levantarse apresurada diciendo que se iba a poner cómoda. Estaba ya casi en la puerta cuando se volvió y me dijo:
-¡Se me olvidaba! Tienes una postal.
Giró sobre sus talones y la extendió hacía mí ignorando mi cara de desencanto En ese momento lo único que me interesaba era volver a tenerla sobre mis rodillas.
-Por cierto, ¿Quién es Teresa?


Ella dormía con la cabeza recostada sobre mi hombro. Una mata de pelo negro y rizado cubría parte de su cara y hombros y bordeaba unos pezones pequeños y puntiagudos duros como la punta de clavo. Eran tan sensibles que en ocasiones no podía evitar estar horas y horas acariciándolos, lamiéndolos, retorciéndolos, mordiéndolos, atento a los cambios en su cara que el placer iba provocando.
Me encantaba ver como su cuerpo se arqueaba y una fina película de sudor cubría su piel sedosa segundos antes de que los gemidos fueran tan incontrolables que ella, en un afán inútil de no escandalizar a los vecinos, trataba de ahogar mordiéndose los labios. Me miraba entonces de esa manera tan particular suya, mezcla de súplica y desafío que daba a su cara aniñada ese aspecto de mujer fatal, viciosa e insaciable que tanto me excitaba, y que sin duda era uno de los atractivos principales entre su numerosa clientela.
Cuando el orgasmo estallaba en su mente, su cuerpo desmadejado se agitaba convulsivamente, empapado. Sus piernas hasta entonces abiertas esperando una penetración que no llegaba, se cerraban con tanta fuerza que las rodillas una contra la otra pasaban del blanco natural de su piel a un color casi traslucido. Se diría que huesos y venas pugnaban por escapar del estuche de carne que les rodeaba. Yo seguía acariciándola con suavidad, sin poder dejar de mirar su cara de satisfacción: mejillas encendidas, ojos cerrados, sonrisa de Mona Lisa. Dejaba escapar entonces esos gemidos de recién nacido que tanto me asustaron la primera vez que los oí porque pensé que lloraba.
A veces era malo, lo reconozco y antes que pudiera recuperarse mis dedos ya pellizcaban y retorcían esas pirámides oscuras que coronaban sus pechos excitándola de nuevo y provocándole un nuevo orgasmo mas fuerte que el anterior y antes de que el mecanismo secreto de su cuerpo la hiciera cerrar las piernas la penetraba con fuerza y me moría de gusto al sentir mi sexo aprisionado por las paredes palpitantes de su vagina. Me enervaba oírla gritar sin moderación mientras yo la embestía una y otra vez ciego de placer, inmovilizándola con mi cuerpo y fundiéndome con ella hasta que la sangre se me espesaba en algún punto de mi estómago, mi mente estallaba y me desplomaba sobre ella mientras me vaciaba en el infierno de su vientre.

No tenía un cuerpo de modelo pero a mí siempre me había parecido preciosa. Estar con ella era como internarse en un paisaje interminable de colinas por explorar que invitaban a perderse en ellas para siempre. Se conservaba bien a sus cuarenta años, era coqueta y aún en los momentos en que la pasión desencaja los cuerpos, enreda cabellos y diluye maquillajes ella sabía como sonreír, como entornar los ojos o simplemente como adoptar una pose lánguida de gata satisfecha que la hacía la más atractiva de las mujeres o al menos eso me parecía a mí, que nunca logré quitarme del todo el miedo, atracción y respeto que me provocó su aparición en el dintel de su puerta aquella primera vez.
Yo tenía veinte años y una calentura cultivada durante cuatro largos años. Cuatro años de amores solitarios y aventuras furtivas que acababan en un polvo apresurado que aliviaba el cuerpo momentáneamente pero que no se parecía ni remotamente a las fantasías acumuladas en intensas noches de toqueteos frenéticos y largos días de estudio y trabajo rodeado de mujeres que me consideraban el mejor amigo del mundo y no se planteaban ni por un momento que quizás también podía ser el mejor amante.
La idea de pagar por sexo me pareció descabellada desde el primer momento pero no la deseché y se enquistó en mi cerebro como quien no quiere la cosa y fue conquistando espacio con una velocidad de vértigo arrasando todas las imágenes que habían poblado mis más oscuros deseos durante años.
No sé que fue lo que me hizo decidirme pero después de leerme a fondo la sección de contactos la elegí a ella, quizás porque era la única que no ofrecía mil y una técnicas amatorias con absurdos nombres de idiomas.
El texto de su anuncio era escueto:
“Mujer de 40 años cariñosa y con ganas de hacerte feliz. Teresa, 659456382”
Recorté el anuncio y lo guardé en la cartera. Tardé más de un mes en sacarlo de allí, unas cuantas horas en llamar y unos cuantos titubeos antes de quedar con ella dos días después.
Su voz me decidió. Era grave pero cálida, sugerente, envolvente. Me hizo suspirar, estremecerme y derramarme empapado en sudor esas dos largas noches de espera tan solo con rememorarla. “No podía ser de otra manera”- pensé cuando pude ponerle cara y cuerpo.
-Pasa, no te quedes en la puerta-me indicó con una sonrisa franca y nada afectada.
Yo no sabía como comportarme pero todo fue más fácil de lo que pensaba. Ella era una profesional y tras cobrar por adelantado lo convenido, me hizo sentar en un sofá y me puso una copa de whisky entre las manos.
-Y bien corazón, ¿qué quieres exactamente?-dijo mirándome a los ojos y acariciándome la cara con dulzura, más como una madre que como una amante.
Apuré la copa de un trago y gasté mis últimos cartuchos de valor explicándole que no quería un simple mete-saca si no algo más personal, un poco de conversación, mimos, cariñitos... sin estar pendiente del reloj.
Sonrió y me beso en los labios con dulzura. Yo siempre había creído que las putas no hacían eso y desterré mi sorpresa y mi pánico al más remoto lugar de mi mente lo más rápidamente que pude y le devolví el gesto con un beso apasionado cargado de urgencias y deseos.
Poco a poco nos fuimos desnudando dejando un rastro de prendas desde el salón hasta la cama. No podía separarme de ella, mis manos exploraban sus curvas delirantes y el sabor de su piel explotaba en mi paladar como si de una fruta madura se tratara. La descubría y me descubría a mi mismo, temblaba con cada caricia suya y jamás creí que mi cuerpo fuera tan erógeno, nadie me había tocado así. Cuando subió sobre mi como una amazona indómita me abrasé en su fuego y le rogué a los dioses que aquello no fuera un sueño. Abrí los ojos de par en par para no perderme el espectáculo de su cuerpo balanceándose sobre el mío, de sus muslos robustos presionando mi cuerpo, de sus pechos subiendo y bajando, de su cara de vicio, de sus manos pellizcándome los pezones, de su culo golpeando mi cadera. Restringí los sonidos que llegaban a mis oídos para no perderme sus jadeos, sus gemidos de gata en celo, sus susurros, las palabras que decía para enardecerme y me olvidé que era una puta. Olvidé que había pagado por que me quisiera. Olvidé que yo era uno más y la amé, y la estreché entre mis brazos cuando simuló un orgasmo y la apreté bien fuerte mientras la volteaba y poniéndome sobre ella la penetré de nuevo mientras saboreaba aquellos pezones puntiagudos y conseguía, esta vez si, que su cuerpo se convulsionará y entre gritos nos corrimos los dos y la besé, y dejó de ser una puta para ser simplemente Teresa.

Sus piernas robustas apenas aparecían y desaparecían cubiertas por las sábanas. A ella no le gustaban y a mí me parecían maravillosas y me entretenía en descubrirle nuevos puntos sensibles con mi lengua. La primera vez que intenté hacérselo ella se resistió y no volví a intentarlo hasta un año después. Para entonces yo ya no era un cliente, me había convertido en su amante habitual primero y en un amigo después. Se dejó hacer reticente, más tarde me confesaría que nadie se había fijado en sus piernas y que eso era lo que había acabado de convencerla de que eran horribles. Empecé por los dedos del pie derecho, lamiendo despacio mientras acariciaba su pantorrilla, saboreé su empeine hasta llegar al tobillo, mordisqueé su talón deseando devorarla entera. Arrodillado ante ella, con su pierna sobre mis hombros, no podía dejar de mirar sus muslos abiertos, su sexo rojizo empapado, su pequeño clítoris asomando entre los suaves labios. Llegué a sus rodillas y toda ella era ya sensibilidad pura, al menor roce se agitaba, su piel erizada pedía más a gritos, sus pezones desafiaban a la gravedad de una manera espectacular y una sacudida recorrió su cuerpo cuando mi lengua se posó en su sexo, abriéndolo despacio para saborearla una vez más antes de volver a empezar con la otra pierna sabiendo que lo que ella deseaba en ese momento en tenerme encima taladrándola sin piedad hasta hacerla enloquecer. Su mirada me suplicaba y yo seguí despacio, arrancándole gemidos con mi aliento, glorificando con mis dedos y mi boca aquellos muslos de seda que me ahogaban y a los cuales no quería abandonar. Sentí llegar su orgasmo antes de que empezara a gritar cuando eche mi aliento sobre su clítoris y la penetre con mis dedos despacio pero cada vez más profundamente. Se arqueó y empujo mi cabeza contra su sexo, al instante mi cara quedó empapada con sus jugos mientras su vagina parecía querer cortarme los dedos a cada contracción. No le di tregua, sin sacarle los dedos la ayude a ponerse de espaldas y así a cuatro patas sustituí mis dedos por mi sexo ansioso y la embestí con fuerza como a ella le gustaba, mis dedos se clavaban en sus caderas y ella gritaba pidiéndome más deshaciéndose en una serie de orgasmos encadenados que parecían no tener fin. Caí rendido sobre ella, ebrio de placer sin haberme corrido pero feliz.
Con los años nuestra amistad se fue intensificando y los fines de semana se repartían entre su casa y la mía. Crecí a su lado y me dejé moldear por ella ávido de aprender todo lo que quisiera enseñarme. Fue una amante pero también una madre, una amiga y una hermana. Yo no le preguntaba por su trabajo y ella no me daba explicaciones. La nuestra era una curiosa relación de pareja, no había amor entre nosotros pero si una curiosa dependencia sexual que crecía al mismo tiempo que la amistad.

Ella se dio la vuelta sin despertar y automáticamente me pegué a su espalda, su sexo contra sus nalgas. Me aparté un poco de ella, levanté la sábana para mirar su culo antes de volverme a pegar. Me sorprendió que me pidiera que la azotara, apenas si la había visitado tres o cuatro veces, todavía era su cliente y en mis fantasías nunca había entrado la violencia. Ella me enseñó la diferencia entre violencia e incitación. Me hacía sentar en el sillón orejero de la sala y se tumbaba de espaldas sobre mis rodillas, con el tanga enredado en sus rodillas.
-He sido mala-me decía con una mueca traviesa en su cara.
La azotaba despacio con palmadas suaves, a cada golpe la carne trémula de sus nalgas temblaba y notaba como ella se arqueaba más, provocándome. Yo le seguía el juego, golpeándola cada vez más cerca de su sexo que ella consciente o inconscientemente dejaba al descubierto al abrir las piernas. La notaba caliente y cada vez más excitada y seguía con las palmadas al mismo tiempo que dejaba colar mis dedos por su raja húmeda y ávida de mí. Veía como se enrojecía su culo casi tanto como su cara y mi sexo crecía bajo ella aprisionado por los pantalones que ella cruel, no me había dejado quitar. Poco a poco sustituía los azotes por caricias, le separaba delicadamente los labios carnosos de su sexo y la masturbaba con toqueteos suaves en su clítoris y amagos de penetración hasta que no podía más y me pedía a gritos que la follara de una vez. Incapaz de resistirme, la tumbaba sobre la alfombra y desabrochándome a toda prisa el pantalón, sin acabar de quitármelo se me iba el alma entrando y saliendo de su sexo como un poseso mientras le susurraba al oído: “Creo que tendré que castigarte más a menudo” cosa que provocaba su orgasmo y como respuesta el mío.
Con el tiempo estos juegos se fueron espaciando al mismo tiempo que las visitas, cada encuentro era menos apasionado que el anterior y las confidencias sustituían a los orgasmos. La amistad sustituyó al sexo y la distancia apaciguó las llamas hasta que llego un día en que oír Teresa no me hizo hervir la sangre, ni me esponjó los huesos, ni me anuló la razón y comprendí que nuestro tiempo había pasado.

-Teresa... ¡es una larga historia! Si te portas bien y no tardas demasiado en quitarte ese traje antes de que te lo arranque a mordiscos... ¡Quizás te lo explique!
-Jajajaja ¡Eres un chantajista!- me dijo empezando a desabrocharse la blusa con un mohín de niña caprichosa.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Disfraces Navideños

Aquí me tenéis rendida ante la Navidad a pesar de ser antinavideña. ¿Quien puede resistirse a estos disfraces?
Sólo de pensar la cara que pondrá alguno cuando me vea vestidita de rojo, dispuesta a regalarle... Se me pone la sonrisa de oreja a oreja.
Como veréis hay modelos para todas y como siempre en tallas grandes para las que estamos en el club de las XXX.... y estamos contentas con ello. Para las que sigáis los cánones de la moda, no hay problema, encontrareis estos modelitos en vuestra talla visitando la web: LENCERÍA CACHONDA.

Divertido disfraz "Mama Noel" compuesto por vestido escote palabra de honor en terciopelo y remates de peluche, cinturón a juego.Incluye guantes,gorro y colgante. De 1X a 4XOriginal minivestido en terciopelo con remates en peluche blanco, con capucha y cremallera delantera. De 1X a 4X
Divertido conjunto 3 piezas confeccionado en ligero punto de lycra, compuesto por camiseta con capucha, tanga y guantes. Talla única grandeMama Noel pin-up lleva un vestidito rojo con topos blancos con cinturón de charol el la cintura y falda de vuelo rematado con puntilla. Como accesorios lleva el gracioso gorro con lazo rojo de topos y guantes blancos hasta el codo. De 1X-4X
Divertido disfraz compuesto por vestido en terciopelo elástico, copas enriquecidas con piedras brillantes, y tirantes regulables.Incluye gorro a juego. De 1X-4XAlegre vestido de mama Noel en rojo brillante.Tiene un gran escote con transparencias y cinturón con sujeción por debajo del pecho. En su parte inferior va rematado con tela de peluche blanca y también lleva el gorro. De 1X-4X
Atrevido disfraz de mama Noel con tejido de satén. Faldita con tirantes y delantal con cinturón a juego. En la parte del pecho tejido en forma de tubo. Incluye el gorro y juego para jugar a las prendas. Talla única grandeSe la autentica duendecilla de papa Noel con este maravilloso disfraz en color verde y detalles en rojo. Con gran escote y acabo en diferentes picos con cascabeles en sus puntas. También incluye la braguita y el lazo con cascabel para la cabeza. Talla única grande


Quien dijo que la Navidad era tiempo de paz y sosiego no había visto nunca estos disfraces. Ni había recibido su "regalo" de manos de una Mamá Noel particular.
Más cosas y otras tallas pinchando aquí:

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El Retrato

Nuestras miradas se cruzaron un instante, apenas el tiempo suficiente para reconocernos en medio de toda aquella gente que llenaba el vagón del metro. Una sonrisa iluminó nuestras caras al mismo tiempo que los dos desviábamos la mirada, como cada día desde hacía una semana. Desde aquel martes en que coincidimos por primera vez en el mismo vagón, a la misma hora y nos miramos con aire ausente, como se suele mirar en el metro.
Estábamos juntos aunque separados por docenas de personas durante tres paradas y luego él desaparecía entre la multitud, cargado de libros para volver a aparecer al día siguiente. No nos habíamos hablado, ningún gesto nuestro invitaba a un avance y sin embargo nos sonreíamos de forma instantánea al vernos.
Aquel día al bajar del vagón se le cayó una libreta al suelo. La recogí pero era demasiado tarde. Él, no se había dado cuenta de la pérdida y se perdía entre la gente del anden mientras el metro reanudaba la marcha.
Juro que no quería mirar pero mi curiosidad fue mas fuerte y nada mas llegar a casa me puse a ojear el cuaderno. En la cubierta su nombre, Javier Martín. Las siguientes hojas eran apuntes de matemáticas. Los números y las formulas, perfectamente alineadas, formulas perfectamente alineadas, rellenaban las hojas. Tenía una escritura redondeada y clara. Y utilizaba el rojo para subrayar títulos y frases importantes. Sin duda era un hombre muy ordenado. De repente... ¡Sorpresa! Un retrato a lápiz de una mujer desnuda, de rodillas, con una mano en el pecho y la otra en sus labios. No era una figura perfecta ni mucho menos. Caderas y piernas gruesas, barriga, pechos pequeños. El rostro era bonito enmarcado por una melena rizada, embellecido por la expresión de placer que se reflejaba en él.
De repente me di cuenta de que la mujer del retrato se parecía bastante a mi, pero no podía ser. Una casualidad sin duda.
Fui hasta mi habitación y me desnudé. Me puse de rodillas frente al espejo imitando a la mujer dibujada. Me solté el pelo y coloqué una de mis manos en el pecho izquierdo, la otra en los labios, lamiendo uno de mis dedos. Solo tenia que poner la expresión y .........¡Era yo!
Por increíble que me pareciera, aquel chico me había imaginado desnuda y lo había plasmado en su libreta de apuntes. Mi mente empezó a fantasear. Soñaba despierta que posaba para él. Acariciaba mi pecho, pellizcando suavemente el pezón endurecido. Lamía mis dedos, los pasaba por mis labios y me mojaba el cuello con ellos sin dejar de mirarme al espejo, como si él estuviera detrás captando mis movimientos para dibujarlos en un papel.
Me excité y mi mano descendió hasta mi sexo. Acaricié el vello suavemente, entreabriendo los labios. Mi única preocupación era que él me viera a través del espejo. Mis dedos tocaban levemente mi clítoris hinchado y notaba como me mojaba por momentos. Los gemidos llegaban a mis oídos amortiguados como si no salieran de mi boca. Chupaba mis dedos y mojaba con ellos mis pezones. El orgasmo llegó casi instantáneo y el espejo me devolvió la imagen de una figura desmadejada, mis muslos atrapaban una de mis manos, la otra sobre el suelo cerca del cuaderno abierto, la cara inclinada, ojos brillantes, labios entreabiertos. Ahora mi expresión era muy parecida a la del dibujo. Sonreí hacia mi reflejo y me besé a mi misma posando mi boca sobre la fría superficie.
Le di muchas vueltas antes de decidirme a devolverle la libreta. Me fascinaba su letra redonda y perfectamente alineada, sin borrones y el dibujo se había convertido en una obsesión y me masturbaba diariamente frente al espejo con el solo fin de que mi cara alcanzara el placer que él había dibujado en una hoja de papel.
Seguíamos viéndonos cada día y nuestros hábitos eran los mismos: mirada, sonrisa y olvido. Sin embargo en un par de ocasiones sus ojos se quedaron fijos en mi. Entonces yo notaba un cosquilleo en mi nuca, inevitablemente buscaba la causa y allí estaba él, a un palmo de mí interrogándome con su examen silencioso. Lo sabía, seguro que lo sabía y yo, cobarde como siempre, no me atrevía a ir más allá.
Hoy se lo devolví. Apenas me contesto con un gracias apresurado que me permitió oír su voz por primera vez. Era grave y a la vez suave, muy varonil. Sin duda sería un elemento más a añadir a mis fantasías solitarias.
Esperé todo el fin de semana una llamada suya. ¿Quizás no habría abierto el cuaderno? ¿Tal vez seguía en el fondo de su mochila? O mucho más simple, yo era una idiota rematada que me había hecho ilusiones sin ninguna base y encima me ponía en ridículo delante de él escribiendo mi número de teléfono y dirección a los pies del retrato. ¡Cómo podía ser tan infantil! Mi nerviosismo se incrementaba por momentos, el encierro voluntario se me hacía eterno. Recordaba cada palabra que escribí junto al retrato: “Llámame. Te necesito. Laura”
Le enviaba mensajes mentales creyendo ciegamente en la telepatía. Pronunciaba su nombre una y otra vez, pero nada funcionó. El aparato se obstinaba en seguir mudo y yo ya estaba anímicamente destrozada y con una decisión tomada. No volvería a verle, cambiaría el horario.
Eran las doce de la noche del domingo cuando el sonido metálico del teléfono me despertó. Me había quedado dormida en el sofá. Miles de hormigas se instalaron en mi estomago aún antes de descolgar el auricular. ¿Sería él?
-Si, diga.
-Me gustaría que te desnudaras y posaras para mí.
Mi respiración se aceleró. Era él. Tardé unos segundos eternos antes de contestar. En mi mente reinó el caos. Se había llenado en un instante de imágenes suyas mezcladas con retratos a medias y con mi cuerpo desnudo.
-De acuerdo- atiné a decir -¿Qué debo hacer?
-Deja la puerta de tu casa abierta. Desnúdate. Coge el foulard rojo de seda que llevabas el otro día y véndate los ojos. Espérame de rodillas en tu salón.
Colgó. Mecánicamente seguí sus instrucciones. Mil y una dudas me asaltaban. Tenía miedo y a la vez estaba más excitada que nunca. Mis nervios estaban a flor de piel, pero no había marcha atrás.
Llevaba un par de minutos arrodillada en el salón cuando oí cerrarse la puerta de la calle. Mordí ligeramente mis labios para no gritar. Estaba arriesgando mucho. No sabía quien era el dueño de los pasos que se acercaban a mí.
Sus labios sobre los míos me relajaron al instante. Fue un beso largo pero suave. Soltó mi pelo y éste cayó sobre mi espalda y pecho cubriendo a medias mi desnudez. Sus manos acariciaban mi rostro, limpiando las dos lágrimas tontas que se deslizaban por mis mejillas. ¡Era feliz! Sus dedos recorrieron todo mi cuerpo: el cuello, los pechos, mi abdomen, mis muslos, mi columna. Me hacía saltar como un resorte, tenía toda la piel erizada, me sentía deseada y quería que aquel hombre me poseyera salvajemente.
Creo que podía leer mi pensamiento porque me susurro al oído mientras mordisqueaba el lóbulo de la oreja “Tranquila cariño, disfruta del momento”.
Sus dientes marcaban mis pezones, imperceptiblemente primero, con suavidad después y por ultimo con avidez. Esa mezcla de placer y dolor me hacía gemir cada vez más fuerte. Descubrió mis ojos y me miró sin dejar escapar su presa de su boca. Buscaba mi aceptación cuando de sobras sabía que me tenía rendida.
Separo un poco mis muslos y su lengua recorrió mi sexo húmedo, ansioso de él y subió hasta mi boca para compartir el sabor salado de mi sexo.
Una de sus manos recorría mi espalda mientras que la otra hundida en mi sexo, acariciaba los suaves labios, entreabriéndolos y alcanzando mi clítoris. Estaba al borde del orgasmo cuando de repente dejo de besarme, su caricia se hizo más suave y mirándome a los ojos me pidió que me masturbara para él mientras me dibujaba.
No lo dude y mis dedos sustiyeron a los suyos en mi sexo y volví a pellizcar mis pezones sin dejar de acariciarme. Me balanceaba lentamente para incrementar el placer mirándole fijamente a los ojos.
El lápiz se movía rápidamente sobre el papel y su cara expresaba un placer dolorosamente contenido cada vez que me miraba y me oía gemir. Su sexo erguido ante mí palpitaba y brillaba cubierto de diminutas gotas de semen imposibles de contener.
Era una imagen tremendamente sexual, mucho más erótica que cualquiera de mis fantasías de días atrás. Mi vagina se contrajo alrededor de mis dedos, jadeaba y cerrando los ojos me abandoné al placer. No se había disipado aún el orgasmo cuando le sentí tras de mí. Me mordía la nuca. Acariciaba mis pechos y me inclinaba suavemente hacia delante hasta acabar a cuatro patas. Su sexo se hundió en mi lentamente, gozando cada milímetro de su avance hasta acabar llenándome. Me cogió de las caderas y me empujó contra él fuertemente. La pasión contenida se desbordó, el instinto sustituyó lo aprendido, los movimientos eran cada vez mas rápidos, sus manos eran garras clavadas en mis caderas, gritábamos y un nuevo orgasmo me sacudió. Todo mi cuerpo temblaba pegado al suyo y él seguía envistiéndome ajeno al cansancio, encadenando mis orgasmos hasta que con un grito cayó sobre mí. Sentí su semen caliente inundar mi vagina que palpitaba fundida a su pene.
No sé cuanto tiempo permanecimos así, tumbados sobre el suelo uno sobre el otro. No quería moverme para no deshacer la magia del momento. Su aliento en mi nuca hacía que mi excitación no disminuyera. Los dedos de una de sus manos jugaban con mis pezones que estaban muy sensibles tras la serie de orgasmos, la otra acariciaba mis muslos ascendiendo hasta mi sexo, notaba su sexo endurecerse sobre mis nalgas.
Uno de sus dedos empapado en mis jugos acariciaba mi ano, mojándolo y penetrándolo lentamente. Todo mi cuerpo se tensó expectante ante la nueva caricia.
-Relájate mi amor, lo voy a hacer muy suavemente. Te gustara- Me dijo tranquilizadoramente ignorando que yo lo deseaba tanto como él. Poco a poco su dedo fue entrando en mi, sus besos por mi cuello se incrementaron, su otra mano acariciaba los labios de mi sexo recorriéndolos poco a poco, rozando mi clítoris levemente, enredándose en mi vello. Otro de sus dedos acompaño al primero iniciando un leve movimiento. Mis caderas que buscaban mas placer se movían hacía él. Sus dedos fueron sustituidos por su sexo, un leve dolor fue rápidamente transformándose en una sensación indescriptible. Me gustaba tenerle allí, lo deseaba cada vez más. Sus manos agarraban mis caderas, mis pechos, tiraban de mi pelo. Sus gemidos eran roncos. Nuestros cuerpos ardían y de nuevo el placer se derramó entre nosotros. Lo ultimo que vi antes de dormirme entre sus brazos fue mi retrato caído en el suelo cerca de nuestras caras aun más hermoso si cabe que el que yo ya conocía.
A veces me parece reconocerle entre el montón de gente que llena los vagones del metro. Busco su mirada huidiza, su sonrisa y el cuaderno marrón que siempre le acompaña pero hace mucho tiempo que no nos encontramos aquí, exactamente dos años.
El principio de nuestra vida en común vino acompañado de un cambio de trabajo y en consecuencia el final de nuestros viajes compartidos. Lo añoro y él lo sabe y cada noche trata de compensarme con una nueva caricia, un dibujo improvisado o una flor recogida en el camino.
Hoy creo que lo veré, no trabaja e imagino que encontrará mi nota junto a al retrato de nuestros cuerpos desnudos entrelazados: “Línea azul. 22.30, vagón seis. Te necesito. Laura”

domingo, 30 de noviembre de 2008

Cuidado con lo que deseas

Supe que acabaría entre tus brazos otra vez, desde el momento en que oí tu voz a través del móvil. No puedes imaginarte lo que sentí al escucharte. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo erizándome la piel.
Tu decías algo sobre vernos pronto y yo... yo ya estaba saboreando tu boca.
Hablabas de tu regreso y de lo mal que lo habías pasado y yo recordaba que la última vez que nos vimos, una semana antes de que te fueras, hicimos el amor.
Hacía más de un año que no follábamos. Por que lo nuestro, no nos engañemos, siempre había sido puro sexo. Nos queríamos, sí, pero como hermanos. Incestuosos, si te gusta más, pero hermanos.
Esa noche fue diferente. Quizás ambos sabíamos que íbamos a estar mucho tiempo sin vernos, o tal vez porque nos queremos más de lo que nos gusta reconocer, o simplemente añorábamos el contacto de nuestra piel.
Todo empezó de forma inocente. Compartíamos cama y era absurdo ponerse un pijama por falso pudor cuando, ni a ti ni a mí, nos gusta dormir con ropa.
Por inercia y ayudados por el frío, adoptamos nuestra postura habitual. Yo acurrucada entre tus brazos con la cabeza sobre tu pecho.
-¡Estas helada!-exclamaste pegándote más a mi.
Hablamos durante horas. Tú, sobre la maravillosa mujer que había sido capaz de atraparte. Yo sobre el interesante hombre que acababa de conocer. No te habías marchado y ya te echaba de menos.
No recuerdo quien beso a quien, pero no he olvidado lo dulce que resultó aquel beso y las caricias que lo acompañaron. Esa noche no hubo relatos excitantes, ni palabras obscenas, ni jueguecitos de amos y sumisas. Esa noche nos amamos en silencio, lentamente.
Tu boca se fundía con la mía y nos mecíamos con el suave vaivén de nuestros cuerpos que apenas se atrevían a separarse de tan doloroso como resultaba.
Me moría de ganas de decirte: "Te quiero", pero no lo hice.
Cuelgo el teléfono. Hemos quedado para el lunes. ¡Qué tres días más interminables me esperan! Estoy excitada como hacía tiempo que no lo estaba. No dejo de pensar en ti. ¿Sentirás tu lo mismo?
He cambiado mucho. Imagino que tu también. No dudo de nuestra amistad, eso no. Pero ese deseo súbito que me mantiene en perpetuo estado de excitación... Algo me dice que te ocurre lo mismo y me aterra y me encanta por igual.
Fantaseo con que me beses nada más verme y sin hablarme me atraigas hacía ti y busques mi pecho sobre la ropa sin importarte que la gente nos mire y me lleves a uno de esos cutres meubles que solías frecuentar con tus conquistas. Y una vez allí, como dice la canción, te olvidaras de que soy una señora y me trataras como una puta. Una de esas que sueñas con tener en tu harén particular. ¡Qué fácil es soñar! Lo más probable es que no pasemos del abrazo y los dos besitos de rigor antes de ir a tomar un café.
Por fin ha llegado el momento. Se me ha desbocado el corazón cuando te he visto en la acera de enfrente braceando para llamar mi atención.
El semáforo se ha puesto en verde, vienes hacía mi. Me abrazas con fuerza, buscas mi boca. Tu lengua se enreda con la mía. Cierro los ojos, me dejo llevar. No quiero despertar.

lunes, 15 de septiembre de 2008

El Plata, Cabaret Ibérico de Bigas Luna

La Chica del 17

La chica del 17
de la plazuela del Tribulete
nos tiene con sus 'toilettes'
revuelta a la vecindad.
La gente ya la critica,
pues hace tiempo
que no se explica
¿A dónde va la chica
tan bien 'plantá'?
Por eso a las vecinas
les da por murmurar
y al verla tan compuesta
le dicen al pasar:


¿Dónde se mete la chica del 17?
¿De dónde saca pá tanto como destaca?
Pero ella dice al verlas en ese plan:
La que quiera coger peces
que se moje el tralara


La Chica del 17
gasta zapatos de tafilete
sombrero de alto copete
y abrigo de petigrís
los guantes de cabritilla
medias de seda con espiguilla
y viste la chiquilla
como en París.
Por eso a las vecinas las da por
murmurar
y al verla tan compuesta
le dicen al pasar:


¿Dónde se mete la chica del 17?
¿De dónde saca pá tanto como destaca?
Pero ella dice al verlas en ese plan:
La que quiera coger peces
que se moje el tralara.

El Plata

El 20 de junio de este año se reabrió en Zaragoza un cabaret mítico, El Plata, tras dieciséis años de cierre.


La historia del local se remonta a 1920 cuando se inauguró como cabaret para pasar a ser sala de baile, La Conga, con la peculiaridad de que por 25 céntimos podías bailar con cualquiera de las señoritas que allí trabajaban. Tras un tiempo de cierre (por inmoralidad) se reabrió como café-cantante hasta mayo de 1992.

El café mantiene el espíritu de antaño pero con un aire totalmente renovado bajo la dirección artística del director de cine Bigas Luna, quien lo define como cabaret erótico. Strep-tease masculinos y femeninos, cuples picantes, travestis, jotas, ópera... Todo tiene cabida en este local y aunque lo parezca, no hay nada fuera de lugar

Como fin de fiesta, público y artistas cantando juntos "La chica del 17" y una sorpresita que no os voy a revelar... ¡Vais a tener que ir!

¿Qué más os puedo decir? Me lo pase genial y aunque tuve que hacer cola para entrar (era sábado, diez de la noche) valió la pena y sin duda en mi próxima escapada a Zaragoza repetiré.

Más información:

i El Plata según la Wiki

lunes, 25 de agosto de 2008

Besos a través del cristal

Todos los días eran iguales para Eva. Por la mañana el trabajo, las mismas caras, los mismos gestos, la misma máquina empeñada en estropearse cada vez que intentaba escaquearse un poco para soñar con algo mejor y luego su casa, allí la cosa no mejoraba, un plato de comida recalentado sobre la mesa y como única compañía su soledad. A media tarde ¡las inevitables compras! A veces acompañada, en las raras ocasiones en las que su marido estaba despierto, la mayoría sola.
Solían cenar juntos frente al televisor, éste y la rutina se abrían camino entre ellos y cada vez era más difícil mantener un diálogo, eso las pocas veces que lograban iniciarlo.
Eva empezaba a vivir a las nueve y media de la noche justo cuando la puerta de casa se cerraba tras Carlos. Ponía en marcha el ordenador, se vestía con su mejor camisa de dormir y estrenaba aquella lencería que jamás se había puesto delante de él.
Manuel la esperaba tras el monitor a unos cientos de kilómetros, siempre puntual a la cita. La cara de Eva se iluminaba y su sonrisa borraba las arrugas que durante el día marcaban su rostro. Desaparecía la fatiga y el tiempo se detenía. Sus labios carnosos de un color intenso se acercaban a la pequeña cámara juntándose, gracias a la ciencia, con los de él. Uno, dos, tres, infinitos minutos ¡Sabía tan dulce aquel beso!
Las manos de él dibujaban su figura en el aire y ella se estremecía sintiendo su calor. Ella simulaba desabrochar los botones de su camisa y Carlos lentamente materializaba esos gestos. Su pecho era ancho, muy moreno y cubierto de vello. A Eva le encantaba pasar su mano por él lentamente. No era excesivamente guapo pero eso no tenía la menor importancia.
-Te quiero- decía él y la boca de ella lo callaba con un beso. No quería pensar en sentimientos, tan solo disfrutar del momento, a pesar de que en el fondo sabía que se estaba enamorando.
Las manos de Eva deslizaban los finos tirantes rojos y la seda caía arremolinada en su cintura. Sus pechos desafiantes enloquecían a Manuel. Los besaba, acariciaba, lamía sus pezones y ella humedecía sus dedos en su boca los pasaba por sus senos, pellizcaba sus pezones, inclinaba su cabeza sacando la lengua tratando de lamerlos siguiendo los movimientos que él hacía.
-Cariño, ponte de pie. Me gustaría tanto ver todo tu cuerpo.
Eva se erguía frente a la cámara, se colocaba de espaldas a ella. Dejaba caer el camisón al suelo y se doblaba hacía delante exhibiendo sus nalgas realzadas por la fina tira del tanga negro.
-Dios, eres preciosa-jadeaba él.
Entonces se giraba poco a poco y frente a él introducía sus dedos por el elástico de la pequeña prenda y poco a poco iba dejando al descubierto su sexo completamente depilado, tal y como él le había sugerido la última noche que estuvieron juntos. La expresión de su cara, totalmente diferente al gesto de asco de Carlos, compensaba las discusiones que había tenido que soportar por este motivo.
-Desnúdate cariño, te deseo-le pedía ella –Me encantaría lamerlo, besarlo, acariciarlo-decía mirando el sexo excitado de Manuel mientras él se acariciaba enardeciéndose aún más.
Eva sentada al borde de una silla colocaba sus piernas abiertas apoyadas sobre una mesa en una posición acrobática que dejaba su sexo abierto para él. Sus dedos, entonces, se deslizaban por la rosada piel brillante de humedad.
-Mi amor imagina mi boca recorriéndote, mis dedos entrando en ti-gemía Manuel.
-Si, siento el calor de tus besos, tu lengua sabia sobre mi clítoris recreándose en él. Mis manos sobre tus nalgas atrayéndote hacía mí, hasta tener tu sexo totalmente dentro de mi boca. Juego con él metiéndolo y sacándolo lentamente, lamiéndolo y aprisionándolo de nuevo con mis labios.
Los dedos de Eva anegados se hundían en su vagina palpitante acariciándose al mismo tiempo sus pechos y su clítoris hinchado. Sus gemidos se incrementaban.
-Mi vida ¡quiero estar dentro de ti! Penetrarte poco a poco gozando la tibieza de tu piel, quiero abrazarte fuertemente, hundir mi cabeza en tus maravillosos pechos y moverme en tu interior cada vez más rápido.
-Ohhhh, siiiiiiiiii, sigue mi amor.
Gotas de sudor perlaban la frente de Manuel al mismo tiempo que sus manos apretaban su pene cada vez mas duro acelerando los roces de sus manos sobre él.
–Ummmmm, no sabes como te deseo. Me quedare dentro de ti para siempre. Pon tus piernas sobre mis hombros. Ummmm ¡estas tan mojada!
-Más fuerte, cielo, ¡más fuerte!
-Si mi amor ¿Me notas? Cada vez te penetro más y más adentro. Eres deliciosa. Tus manos agarran mis hombros clavándome las uñas a cada embestida. No paro de entrar y salir de ti. Estoy a punto cielo, no creo que pueda aguantar mucho más.
-Hagámoslo juntos. Ammmmm ¡ahora cariño, ahora!
Las piernas de Eva se cerraban atrapando con fuerza su mano hundida en su sexo. Temblaba y su cuerpo estaba empapado de sudor. Un gemido largo y apenas perceptible escapaba de su boca.
Al otro lado del cristal, Manuel se derramaba con un grito ahogado y caía rendido sobre su silla. Su semen resbalaba sobre sus manos y sus piernas dejando un rastro blancuzco.
-Cada día te deseo más-lograba musitar.
Volvían a unir sus labios unos minutos eternos, todavía excitados y con el deseo a flor de piel. Después sus imágenes desaparecían momentáneamente y volvían a encontrarse minutos mas tarde, más tranquilos y serenos. Hablaban largo rato, se contaban las cosas cotidianas, se besaban de tanto en tanto e imaginaban su encuentro en la vida real. Conocían la fecha, tenían el hotel, habían planificado cada una de las horas de los dos días que pensaban estar juntos. Ambos habían encontrado una coartada convincente que tranquilizaría a sus parejas y tan solo faltaba un mes para que su relación fuese auténtica. Sin embargo, en el fondo, los dos intuían que esto no sucedería jamás y que uno de los dos abandonaría la idea en el último momento pero era tan maravilloso pensar en ello.
Eva se iba a dormir con un sabor agridulce en sus labios, Manuel se había convertido en el centro de su vida, y tan solo la certeza de un nuevo encuentro al día siguiente le daban fuerzas para soportar su aburrida vida. Aunque a veces cuando recordaba fríamente esos encuentros se avergonzaba y se prometía a si misma que no volvería a masturbarse delante de él sabiendo de antemano que el deseo sería más fuerte que su voluntad.

Imagen de Sorgin

martes, 19 de agosto de 2008

Masturbador casero para hombres

Después de ver esto... ¿Quien desmiente ahora que los hombres solo piensan en el sexo?

viernes, 15 de agosto de 2008

Secretary

Ayer vi de nuevo una de esas películas que suelen pasar desapercibidas por no ser comerciales pero que si tienes la suerte de ver, te sorprenden. Os hablo de Secretary. La verdad es que cuando la vi por primera vez no tenía ni idea de que iba, es más, pensaba que era de terror. Así que ya imaginareis mi sorpresa al ver las primeras escenas.
Reconozco que me descolocó un poco ver a la protagonista Lee (Maggie Gyllenhaal)vestida y maquillada a la perfección realizando las tareas propias de una secretaria como recoger el correo o preparar café, con cabeza y manos aprisionados en un cepo medieval, y aparentemente tan cómoda como si fuera en zapatillas.
Ya habréis adivinado la temática de la película, las relaciones de dominación / sumisión. De todas maneras no os imaginéis escenas barrocas con cueros, máscaras y demás artilugios. El director (Steven Shainberg) es mucho más sutil y trata el tema con el cuidado y el respeto que se merece.

Secretary es un viaje iniciático de la protagonista en busca de su identidad. Lee es una chica a la que nadie hace mucho caso. Nacida en una familia superprotectora y conservadora recurre al dolor como terapia ante cualquier contratiempo que se le presente. Llega al extremo de llevar siempre consigo un bolso con objetos para autolesionarse y un botiquín para curarse. Cosa que ocurre a menudo debido a su baja autoestima.
Después de una estancia en un psiquiatrico por haberse excedido en uno de esos autocastigos decide buscar trabajo para evadirse de la atmósfera opresiva de su hogar y a pesar de su preparación entra a trabajar como simple secretaria a las órdenes de Edward (James Spader) sin saber que éste tras un fracaso matrimonial debido a al carácter dominador de su ex mujer canaliza su sentimiento de inferioridad en un trato dominador y despótico hacía las mujeres.

La peculiar relación que se estable entre ambos protagonistas hace que uno y otro consigan la estabilidad emocional de la que carecían. Tanto si os gusta el tema o no, os recomiendo que la veáis porque estoy segura que os sorprenderá.

Más información:

iSecretary

lunes, 28 de julio de 2008

Fotos, fotitos, fotillas...

Hoy me gustaría compartir algunas fotos interesantes que encontré por ahí:





Autor: LOPPIN






Autor: HELENABRAGA






Autor: LAVIEROSE






Autor: VINCENZO CAICO






Autor: MONICA2362






Autor: CICOSHARE



viernes, 25 de julio de 2008

Día Mundia del BDSM

Cuando me decían que existía un día para casi todo no acababa de creermelo pero vaya... parece que sí. Ayer, 24 de julio, era el Día Mundial del BDSM y bueno... se me ocurrió que un pequeño relato de dominación suave podía ser adecuado para conmemorarlo.
Espero que lo disfrutéis.


SOMETIENDO A LAURA

-Srta. López, la espero en mi despacho en diez minutos.
No estaba seguro si mi tono de voz había sido sufientemente serio. Me gustaría que a ella le haya quedado claro quien es el que manda aquí.
Dos leves toques anunciaron su presencia antes de que se abriera la puerta.
-Pase y quédese en pie frente a mí.
Me hizo gracia su cara de desconcierto pero me mantuve serio. Era una mujer de costumbres por lo que hoy también vestía vaqueros desgastados y camisa clara abrochada, como siempre, un botón por encima de lo que a mí me hubiera gustado. Llevaba el pelo recogido en una coleta que la hacía parecer más formal de lo seguramente era. No iba maquillada a excepción de los sempiternos labios rojos.
-Se preguntara por qué la he llamado.
-Sí -contestó sin apenas mirarme.
-Hace un año que esta con nosotros y tengo que decidir si pasa a formar parte de la plantilla de forma indefinida o si decido prescindir de sus servicios.
Esbozó un gesto de pánico y esta vez si me miró.
-Lo cierto es que no estoy contento con su trabajo, creo que usted podría dar mucho más.
-Pe...ro- balbuceó.
-Déjeme hablar. Es usted muy maleducada.
Bajó la vista mordiéndose el labio inferior. Su cuerpo pareció empequeñecerse. Su aspecto desvalido la hacía irresistible.
-Quiero darle una oportunidad aunque dudo que usted pueda comprometerse y asumir las nuevas tareas que se le impongan.
-Por supuesto que sí- exclamó esperanzada.
-Mal empezamos si no es usted capaz de mantener esa preciosa boquita callada.- No pareció darse cuenta del cambio de tono o tal vez prefirió ignorarlo. Veríamos hasta donde llegaría.- Le conviene un cambio de departamento y como no me fío de usted. Si se queda, pasará a ser mi asistente personal, y trabajará junto a mí en este despacho.
Me miraba sorprendida sin atreverse a hablar. Jugueteaba con los dedos nerviosa.
-¿No va a decir nada?- le pregunté aturdiéndola.
-No sabía si podía...- Otra vez esa cara de desamparo. ¡Estaba disfrutando como nunca! -¿Qué tipo de tareas deberé realizar exactamente?- preguntó por fin.
Había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa y ver si mi impresión sobre ella era falsa o no.
-Deberá cumplir todas y cada una de mis órdenes por extrañas que parezcan y sin cuestionarlas, por supuesto.- Ya estaba dicho y ella no reaccionaba.- Si acepta, aquí tiene la documentación que tiene que firmar. Si no, ya puede irse a casa. En unos días le llamarán para que recoja la liquidación.
-De acuerdo- dijo con gesto adusto. -Me quedo con usted.
Mmmmm, la cosa se ponía interesante. Posiblemente no había errado con ella.
-Muy bien. Srta. López sepa usted que ha tomado una decisión importante por lo que, antes de firmar nada, creo que es conveniente que realice usted una prueba que me demuestre que está a la altura del puesto que va a desempeñar.- De nuevo el miedo en sus ojos. -Haga el favor de quitarse esa ropa de oficinista. No le queda nada bien.
Su indecisión era total y las manifestaciones de su cara impagables: estupor, rabia, miedo, rechazo... ¿Se quedaría? Finalmente bajo la vista y empezó a desabrocharse la camisa. ¡Lo sabía! pensé para mi.
Su blanca piel se iba descubriendo poco a poco. No sé si su lentitud era producto de la vergüenza o lo hacía a conciencia para provocarme más. Porque si de algo estaba seguro ahora, es que bajo ese aspecto de niña buena se ocultaba una zorrita en potencia.
No tenía demasiado pecho pero el wonderbra que usaba le marcaba un canalillo muy seductor. Dudó un poco con el vaquero pero por fin me dejó ver sus piernas y el pequeño tanga transparente que cubría su sexo. Una prenda nada discreta, por cierto.
Decidí ponerla un poco más nerviosa y levantándome me dirigí hacía ella mirándola con descaro. Recogí la ropa que había caído al suelo, la puse sobre una silla y me coloqué a su espalda, casi rozándola.
-No me gusta la gente desordenada. Ya sabe lo que tiene que hacer con el resto de la ropa que aún no se ha quitado.
Dio un respingo y volvió a vacilar. ¡Le hubiera arrancado yo mismo ese sujetador! Volví a mi mesa completamente seguro de que ella iba a seguir cumpliendo mis mandatos. Me quedé de pie, apoyado en el tablero frente a ella. Apenas nos separaban dos metros.
-No creo que esto sea necesario- murmuró.
-Si no desea continuar vístase y váyase a casa. No me equivocaba con usted al pensar que es incapaz de cumplir lo que se lo ordena.
Con gesto vencido se quitó por fin el sujetador y el tanga, los colocó sobre el resto de la ropa y se quedó inmóvil tapándose con las manos su vientre.
-Aparte las manos de ahí, quiero verla bien.
Con la cara enrojecida y una mirada de furia lo hizo sin protestar. Estaba bellísima. Sus senos pequeños pero erguidos parecían desafiarme y para mi sorpresa llevaba el pubis totalmente depilado.
-Dese la vuelta.
La visión de su culo disparó mi excitación. Demasiado grande según los cánones, perfecto ségún mi criterio bastante alejado de las modas actuales.
-Abra las piernas e inclínese hacía delante. Así no la puedo ver bien.
Me hubiera gustado tener un espejo frente a ella para ver su rostro. No creo que le hiciera mucha gracia exponerse de aquella forma tan impúdica. Sus nalgas prominentes no lograban ocultar del todo un pequeño anillo rosado y prieto circundado por miles de arruguitas pero los presumiblemente suaves labios de su sexo se habían separado lo sufiente como para permitirme ver con claridad un pequeño botoncito de carne roja un poco más allá del inicio oscuro y tentador de su vagina.
Me aproximé a ella y sin preámbulos hundí uno de mis dedos. ¡Estaba mojada! Lo saqué empapado y rocé su clítoris antes de volverlo a meter en aquella deliciosa sima.
-Tantos escrúpulos y resulta que es usted una zorra- le dije siguiendo la secuencia iniciada de meter-sacar-rozar-meter. Ella gemía levemente incapaz de controlar su cuerpo. Recibía las vibraciones de su sexo a través de mis dedos. ¡Estaba cachonda perdida! Movía la cadera adelante y atrás. Primero acompañaba mis dedos, en aquel momento ya eran tres los que la penetraban, después perdió el control. ¡No era yo quien la masturbaba era ella quien se estaba follando a si misma con mis dedos! Se corrió entre gritos sofocados ¡Menudo espectáculo! Saqué como pude los dedos aprisionados y volví a mi posición anterior delante de la mesa. Toda su piel estaba cubierta por una fina película de sudor. De su sexo brillante se deslizaban hacía los muslos hilillos de un flujo blanquecino y apetecible que por esta vez no iba a probar. Ya habría tiempo.
No quise darle un respiro.
-Póngase a cuatro patas y venga hacía mí- ordené con voz ronca mientras me desabrochaba los pantalones y liberaba mi polla de su encierro. -Imagino que una zorra como usted no necesita más instrucciones- le dije acariciándome frente a su cara.
Sus labios aprisionaron mi sexo y casi me voy a la primera succión. Dominándome, la así por la coleta y empecé a follarme su boca sin importarme las muecas desesperadas que hacía por coger aire ni las lágrimas que escapaban de sus ojos. Tenía una boca pequeña y deliciosa que mi sexo llenaba por completo. ¡Que gustazo correrse en ella! Pero no, hoy me apetecía más romperle ese culo que pedía a gritos ser penetrado. Así que con un autocontrol que ni yo mismo sabía que tenía, me aparté de su cara, la levanté y la tumbé de espaldas sobre mi mesa.
Empezó a resistirse cuando se dio cuenta de lo que yo pretendía hacer pero la tenía firmemente sujeta.
-No, por ahí no- gritó al sentir la presión de mi polla en su cerrado anillo.
Seguí apretando sin hacerle caso. Ella se agitaba pero ya mi glande había vencido la resistencia de su carne. Con un empujón logré meterla toda. Ignorando sus gritos continué moviéndome dentro de aquel canal estrecho que enfundaba mi sexo. Salía y entraba sin detenerme. Sus gritos se iban transformando en gemidos. ¡Le estaba gustando! Elevaba la cadera cada vez que la envestía y su trasero palpitaba de una forma...mmmmm ¡Era como si me ordeñara!
-No te pares- gemía. Y yo... no podía más pero seguía. Sus piernas temblaron mientras se corría entre jadeos. ¡A la mierda el autocontrol! pensé mientras llenaba aquel glorioso culo con lo que a mi me parecieron litros de esperma y me dejaba caer sobre ella.
Salí despacio de su interior besándole la espalda. La cogí en brazos, la tumbé en el sofá y la cubrí de besos y caricias. Ella se dejaba mimar con los ojos entrecerrados y una sonrisa preciosa iluminaba su cara.
-Te quiero- le dije abrazándola.- Gracias por este maravilloso regalo.
-¡Qué menos! No todas las parejas duran diez años juntos. Por cierto... ¿Sigo conservando el empleo?- dijo entre carcajadas mientras yo la estrechaba entre mis brazos.
Nos vestimos y dejamos el despacho tal y como lo habíamos encontrado. Pensé en la cara que pondría mi jefe si supiera lo que había pasado sobre su mesa. Alguna ventaja tenia el hecho de tener las llaves de la oficina. Claro que... Cuando Laura me lo propuso no lo tenía muy claro. ¡Solo faltaba que a alguien le diera por hacer horas extra un sábado por la noche! Pero esta mujercita mía es muy persuasiva y... ¿A quien no se le ha pasado nunca por la cabeza hacer realidad sus fantasías?

lunes, 17 de marzo de 2008

Esos maravillosos corsés

Hoy os traigo unos nuevos modelitos que dejaran con la boca abierta a más de uno siempre que dejéis que os lo vean, jajaja.
El corsé ha sido el símbolo de seducción por excelencia. Con los años y la liberalización de la mujer esta prenda se fue transformando hasta llegar a los modernos sujetadores actuales. Sin embargo, no hay nada que haga sentir a una mujer más atractiva que un corsé.
Este año estamos de enhorabuena, se vuelven a llevar los corsés. Sensuales, eróticos y en materiales cómodos que te permiten libertad de movimientos y hacen que te sientas como una diva de Hollywood al llevarlos. No te prives del placer de vestirte con una prenda única que no debería faltarnos nunca en nuestro vestuario.
Como siempre en tallas grandes porque las que tenemos kilitos de más tambien tenemos derecho a vernos guapas. Y si no es tu caso, visita la web: LENCERÍA CACHONDA, encontrarás modelos en todas las tallas.

Conjunto de dos piezas en media opaca consistente en una camiseta con ligueros y medias a juego

Es una talla grande única y lo tienes en negro y rosa.

Preciso corsé reversible en rosa y negro elaborado en tejido brocado con contrastes y pequeñas cintas.Varillas laterales de sujeción, tirantes y portaligas desmontables.

Incluye tanga y medias y esta disponible en las tallas:105, 110 y 115.

Otro maravillo corsé reversible también, por un lado rojo pasión satinado, por el otro tejido satinado leopardo con remates en rojo pasión.Lazada delantera y lazada trasera para ceñir y con portaligas desmontables.

Incluye tanguita y medias y lo tienes en las tallas: 105, 110 y 115

No nos puede faltar un corsé en satén negro. Este, con barillas laterales de sujeción,portaligas desmontables, corchetes delanteros y lazada trasera es ideal.Incluye cinturón de imitación serpiente, tanga y medias.

Disponible en tallas 105, 110 y 115





Imaginaos lo sexys que podéis estar con cuatro trapillos ;)
Pronto más y si estáis impacientes o tenéis otras tallas podéis pinchar aquí:

miércoles, 27 de febrero de 2008

Instintos

Un destello de luz ilumina mi mente y paso de ser la protagonista de la escena a ser una mera espectadora, y me veo ahí, sentada en el water, medio desnuda, chupándote la polla y masturbándome mientras me magreas las tetas.
"¿Qué estoy haciendo aquí"- me pregunto instantes antes de que empieces a tironear suavemente de mis pezones haciendo que desaparezca el instante de lucidez. Un zigzagueo de placer me recorre de arriba abajo, de abajo a arriba.
Entreabro los ojos y tu cara es pura mueca. Me excita verte así e incremento la presión de mis labios en la base de tu sexo. Se te escapa un gemido.
"Te juro que va a ser la mejor mamada de tu vida"- pienso y me concentro en besar, lamer y chupar tu polla como si fuera la cosa más importante del mundo sin dejar de acariciarme el clítoris cada vez más hinchado y sensible.
El ruido de la puerta del lavabo abriéndose y cerrándose, toses, voces, el agua corriendo por el lavamanos llega hasta a mi amortiguada, como para recordarme donde estoy. Mi mente los descarta y se recrea en el sonido de mi boca succionándote, tus jadeos ahogados, mis gritos silenciados.
Me invade tu olor, el olor de tu sexo pegado a mi nariz. Empiezo a temblar cuando cojes mi cabeza y empiezas a follarme la boca con un ritmo frenético sin dejar de pellizcarme los pezones. Noto ese sabor salado que anuncia que ya no puedes más y me dejo llevar. El goze es indescriptible e intento alargarlo presionando con fuerza con el índice en ese punto exacto que me hace perder la razón.
Con un rugido ahogado te derramas en mi boca. Nos miramos con deseo y te separas de mi. Me abrazas y besas con ansia, tu lengua busca la mía y ambas se pierden en una mezcla explosiva de saliva y semen.
Me aprietas contra ti sin dejar de besarme, lamiendo el líquido viscoso que se escurre por mi barbilla, mordiéndome los labios. Tu sexo se endurece contra mi vientre. Te deseo.
Separarse resulta casi doloroso pero me apartas con suavidad, me giras de espaldas a ti y me inclinas dejando mi cabeza pegada a la tapa del water. Es curioso como en un momento así soy capaz de fijarme en cosas tan absurdas como la suciedad del suelo o las juntas ennegrecidas del alicatado de la pared.
No logro silenciar un gemido cuando me penetras. Afuera se oyen unas risas y pasos apresurados hacía la puerta. Me follas con fuerza sujetándome firmemente por las caderas. Hace mucho calor, estamos empapados. Me agarro con fuerza a la taza del inodoro para no caerme, cada vez empujas más fuerte como adivinando que quiero más, que lo quiero todo. Me derrito y me muerdo los labios para no gritar. El mundo desaparece. Todo es placer. Con un gemido caes sobre mi. Palpitas, palpito y permanecemos así hasta acompasar la respiración.
El momento paso, la realidad se impone y me besas suavemente antes de decirme que tienes que irte.
Nos limpiamos como podemos, nos vestimos y sales tu primero para comprobar que no hay nadie fuera. Atravieso corriendo el lavabo de hombres y entro en el de mujeres para retocarme un poco. Quizás un poco de pintalabios y perfume logre alejar de mi esa sensación de suciedad que empieza a invadirme. Recuerdo tu cara cuando te corrías y un hormigueo agradable se instala en mi vientre.
Me acompañas al metro.
-Espero verte pronto- dices dándome un beso en la mejilla.
-Yo también- contesto a media voz mientras empiezo a bajar la escalera, deseando dar la vuelta y que me folles otra vez.

Regreso

Después de unos pocos, muchos días de ausencia retomo la costumbre de escribir todas esas cosas que quería contar y no me atreví.
No se yo si comprarme para tal fin un trajecito como el de la secre para motivarme o motivar a quien yo me sé y que me eche una mano (o dos) y a ver que sale.
¿Qué opináis?