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lunes, 25 de agosto de 2008

Besos a través del cristal

Todos los días eran iguales para Eva. Por la mañana el trabajo, las mismas caras, los mismos gestos, la misma máquina empeñada en estropearse cada vez que intentaba escaquearse un poco para soñar con algo mejor y luego su casa, allí la cosa no mejoraba, un plato de comida recalentado sobre la mesa y como única compañía su soledad. A media tarde ¡las inevitables compras! A veces acompañada, en las raras ocasiones en las que su marido estaba despierto, la mayoría sola.
Solían cenar juntos frente al televisor, éste y la rutina se abrían camino entre ellos y cada vez era más difícil mantener un diálogo, eso las pocas veces que lograban iniciarlo.
Eva empezaba a vivir a las nueve y media de la noche justo cuando la puerta de casa se cerraba tras Carlos. Ponía en marcha el ordenador, se vestía con su mejor camisa de dormir y estrenaba aquella lencería que jamás se había puesto delante de él.
Manuel la esperaba tras el monitor a unos cientos de kilómetros, siempre puntual a la cita. La cara de Eva se iluminaba y su sonrisa borraba las arrugas que durante el día marcaban su rostro. Desaparecía la fatiga y el tiempo se detenía. Sus labios carnosos de un color intenso se acercaban a la pequeña cámara juntándose, gracias a la ciencia, con los de él. Uno, dos, tres, infinitos minutos ¡Sabía tan dulce aquel beso!
Las manos de él dibujaban su figura en el aire y ella se estremecía sintiendo su calor. Ella simulaba desabrochar los botones de su camisa y Carlos lentamente materializaba esos gestos. Su pecho era ancho, muy moreno y cubierto de vello. A Eva le encantaba pasar su mano por él lentamente. No era excesivamente guapo pero eso no tenía la menor importancia.
-Te quiero- decía él y la boca de ella lo callaba con un beso. No quería pensar en sentimientos, tan solo disfrutar del momento, a pesar de que en el fondo sabía que se estaba enamorando.
Las manos de Eva deslizaban los finos tirantes rojos y la seda caía arremolinada en su cintura. Sus pechos desafiantes enloquecían a Manuel. Los besaba, acariciaba, lamía sus pezones y ella humedecía sus dedos en su boca los pasaba por sus senos, pellizcaba sus pezones, inclinaba su cabeza sacando la lengua tratando de lamerlos siguiendo los movimientos que él hacía.
-Cariño, ponte de pie. Me gustaría tanto ver todo tu cuerpo.
Eva se erguía frente a la cámara, se colocaba de espaldas a ella. Dejaba caer el camisón al suelo y se doblaba hacía delante exhibiendo sus nalgas realzadas por la fina tira del tanga negro.
-Dios, eres preciosa-jadeaba él.
Entonces se giraba poco a poco y frente a él introducía sus dedos por el elástico de la pequeña prenda y poco a poco iba dejando al descubierto su sexo completamente depilado, tal y como él le había sugerido la última noche que estuvieron juntos. La expresión de su cara, totalmente diferente al gesto de asco de Carlos, compensaba las discusiones que había tenido que soportar por este motivo.
-Desnúdate cariño, te deseo-le pedía ella –Me encantaría lamerlo, besarlo, acariciarlo-decía mirando el sexo excitado de Manuel mientras él se acariciaba enardeciéndose aún más.
Eva sentada al borde de una silla colocaba sus piernas abiertas apoyadas sobre una mesa en una posición acrobática que dejaba su sexo abierto para él. Sus dedos, entonces, se deslizaban por la rosada piel brillante de humedad.
-Mi amor imagina mi boca recorriéndote, mis dedos entrando en ti-gemía Manuel.
-Si, siento el calor de tus besos, tu lengua sabia sobre mi clítoris recreándose en él. Mis manos sobre tus nalgas atrayéndote hacía mí, hasta tener tu sexo totalmente dentro de mi boca. Juego con él metiéndolo y sacándolo lentamente, lamiéndolo y aprisionándolo de nuevo con mis labios.
Los dedos de Eva anegados se hundían en su vagina palpitante acariciándose al mismo tiempo sus pechos y su clítoris hinchado. Sus gemidos se incrementaban.
-Mi vida ¡quiero estar dentro de ti! Penetrarte poco a poco gozando la tibieza de tu piel, quiero abrazarte fuertemente, hundir mi cabeza en tus maravillosos pechos y moverme en tu interior cada vez más rápido.
-Ohhhh, siiiiiiiiii, sigue mi amor.
Gotas de sudor perlaban la frente de Manuel al mismo tiempo que sus manos apretaban su pene cada vez mas duro acelerando los roces de sus manos sobre él.
–Ummmmm, no sabes como te deseo. Me quedare dentro de ti para siempre. Pon tus piernas sobre mis hombros. Ummmm ¡estas tan mojada!
-Más fuerte, cielo, ¡más fuerte!
-Si mi amor ¿Me notas? Cada vez te penetro más y más adentro. Eres deliciosa. Tus manos agarran mis hombros clavándome las uñas a cada embestida. No paro de entrar y salir de ti. Estoy a punto cielo, no creo que pueda aguantar mucho más.
-Hagámoslo juntos. Ammmmm ¡ahora cariño, ahora!
Las piernas de Eva se cerraban atrapando con fuerza su mano hundida en su sexo. Temblaba y su cuerpo estaba empapado de sudor. Un gemido largo y apenas perceptible escapaba de su boca.
Al otro lado del cristal, Manuel se derramaba con un grito ahogado y caía rendido sobre su silla. Su semen resbalaba sobre sus manos y sus piernas dejando un rastro blancuzco.
-Cada día te deseo más-lograba musitar.
Volvían a unir sus labios unos minutos eternos, todavía excitados y con el deseo a flor de piel. Después sus imágenes desaparecían momentáneamente y volvían a encontrarse minutos mas tarde, más tranquilos y serenos. Hablaban largo rato, se contaban las cosas cotidianas, se besaban de tanto en tanto e imaginaban su encuentro en la vida real. Conocían la fecha, tenían el hotel, habían planificado cada una de las horas de los dos días que pensaban estar juntos. Ambos habían encontrado una coartada convincente que tranquilizaría a sus parejas y tan solo faltaba un mes para que su relación fuese auténtica. Sin embargo, en el fondo, los dos intuían que esto no sucedería jamás y que uno de los dos abandonaría la idea en el último momento pero era tan maravilloso pensar en ello.
Eva se iba a dormir con un sabor agridulce en sus labios, Manuel se había convertido en el centro de su vida, y tan solo la certeza de un nuevo encuentro al día siguiente le daban fuerzas para soportar su aburrida vida. Aunque a veces cuando recordaba fríamente esos encuentros se avergonzaba y se prometía a si misma que no volvería a masturbarse delante de él sabiendo de antemano que el deseo sería más fuerte que su voluntad.

Imagen de Sorgin

4 comentarios:

la granota dijo...

Caray! Qué bien escribes!

Venus dijo...

ups! cuanta realidad en tu relato... o cuanta fantasía que se vive a diario en amantes de cristal...

Saludos!

RAMON MUNTAN dijo...

¡Joder vecina!

siempre acabo perdido en tu lado sexy...

irremisiblemente perdido.

;)

Melibea dijo...

Gracias Granota, siempre anima el saber que a otros les gusta lo que escribo.
Venus... sólo se me ocurre lo de: "La realidad supera la ficción" y desde que Internet entro en nuestra vida aún más.
Ains Capitan Jack Sparraw no me digas esas cosas que me pongo tierna, nuestra proximidad es turbadora.