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jueves, 6 de septiembre de 2007

Trabajo nocturno

Los coches entran y salen, y las horas parece que no acaban de pasar.
-¡Maldita sea mi suerte! -exclamé. Medio país de vacaciones y yo aquí, bajo tierra, controlando un parking casi desierto.
Las imágenes se suceden en los monitores sin que muestren nada inusual. Por suerte es un parking muy tranquilo. Los únicos problemas que he tenido hasta ahora, son los clientes despistados que olvidan donde han dejado aparcado el coche, y algún fallo mecánico en las barreras. A veces, casi me alegro de que las cosas dejen de funcionar de vez en cuando para poder hablar con alguien.
Tengo ganas que acabe ya este verano, dejar esta mierda de curro y volver a mis clases. Las noches se hacen interminables y aunque el poco movimiento de coches me permite estudiar hay días que me largaría sin más.
Esta noche hace mucho calor, debe ser por eso que hace horas que no entra ni sale nadie. Por eso y porque es agosto, y encima miércoles. ¡No queda ni Dios en la ciudad!
Las risas se oyen antes de que su imagen fuera captada por la cámara siete. Una pareja trasnochadora avanzaba bromeando por el pasillo. Aparentaban tener unos treinta años y se besaban apasionadamente. -"Esto se anima" -pensé.
El hombre era un poco más alto que la mujer. Moreno, de espalda ancha, y manos grandes que no dudaban en sobar descaradamente el culo de su compañera. Ella se reía e inclinaba la cabeza para que le besara el cuello.
¡Qué suerte tienen algunos! - exclamé.
La mujer tenía una cara preciosa enmarcada por una melena que le caía cubriendo la espalda. No se podía decir que fuera una mujer discreta. El escote del vestido mostraba gran parte de su pecho y la verdad... ¡Vaya "personalidad" tenía la señora!
Se pararon delante de un coche blanco y él, poniéndose frente a ella apartó la poca tela que cubría sus senos y los cogió con ambas manos. -¡No llevaba sujetador! -Al momento empezó a lamer sus pezones.
La cámara cinco estaba justo frente a ellos y la imagen se veía nítida en el monitor. Mi obligación era avisarles de que estaban en un sitio público y hacerles marchar pero mientras mi cerebro decidía entre el bien y el mal, mi dedo ya había pulsado el zoom.
En primer plano una lengua golosa se enroscaba alrededor de un pezón marrón oscuro. -¡Madre mía!
Un bulto conocido apareció en mi entrepierna cuando él mordió la carne oscura y ella gimió. Era casi como si la oyera a pesar de que la distancia que había entre nosotros lo impedía.
-Mi obligación es parar esto -decía mi conciencia. -Si por un casual viene un inspector y ve que no he hecho nada... -Seguí con la mirada fija en la pantalla.
Él parecía llevar la iniciativa y cuando se cansó de jugar con los sensibles pezones le bajó los tirantes del vestido, dejándola desnuda hasta la cintura. Se la veía bellísima bajo la luz cenital de los fluorescentes. La besó apasionadamente e inmediatamente después ella se arrodillaba. Con movimientos rápidos y precisos le desabrochó el pantalón, bajó el slip y sujetando el miembro erecto de su compañero con la mano, empezó a lamerlo.
-¡Eso es demasiado! - exclamé. Mi sexo, animado por la escena, pugnaba por salir de su encierro. Pero... Volví a dar al zoom, centré la imagen y seguí hipnotizado los movimientos de esa lengua. Parecía no cansarse de recorrer de abajo arriba, de arriba a abajo, cada milímetro de piel. Tenía los labios carnosos pintados de un rojo oscuro que contrastaban vivamente con el tono rosado de la lengua y de la piel que relamía.
En un acto de cordura momentáneo, di un vistazo rápido a las otras cámaras. Todo seguía igual, no había movimiento en ninguna otra zona del parking. Así que... Volví a convertirme en voyeur. La escena había cambiado ligeramente. Había sustituido la lengua por la boca, y ésta se abría para dar cabida al miembro que entraba y salía presionado por los rojos labios. Hilillos de saliva le resbalaban por la barbilla. Disminuí el zoom. Él la sujetaba por la cabeza mientras le follaba la boca a un ritmo endiablado que ambos parecían disfrutar.
-¡No podía más! -Los fluidos preseminales que destilaba mi pene habían manchado el pantalón. Mirando a un lado y otro, me lo desabroché y empecé a acariciarme. Pepito Grillo volvió a aparecer recordándome que eso no estaba bien, pero mi mano ya había alcanzado el ritmo adecuado. Me era imposible parar.
El hombre, con la cara desencajada por el placer, se separó un poco. Un chorro de semen cayó sobre la tersa piel. Ella sacó la lengua atrapando las últimas gotas con una cara de vicio imposible de describir. En esos momentos él miró directamente a la cámara. -¡Me esta mirado! -susurré sin apartar la vista de la pantalla, mirando como ella extendía con los dedos los restos de la corrida sobre su pecho y se los ofrecía a él para que los lamiera.
Ha sido una casualidad. La cámara esta escondida y es imposible que sepa que le estoy mirando. El miedo ha hecho que me excite más. Cojo la crema de manos de mi compañera del turno de la mañana y me embadurno bien el sexo con ella. Mmmmm, así es mucho más placentero. No, no se han percatado que les espío. Siguen a lo suyo.
Ella está de pie y él lamiendo los senos sin parar le ha quitado el vestido sacándoselo por la cabeza. Completamente desnuda la ha tumbado de espaldas sobre el capó del coche.
Su desnudez es esplendida. Su piel es muy blanca y brilla por el sudor. Sus pechos grandes aparecen aplastados por la postura y en medio de ellos dos picos oscuros desafían la ley de la gravedad. Él la acaricia despacio por los costados, roza los pezones, baja hasta su ombligo, separa sus muslos y ella se deja hacer desmadejada con una expresión de infinito gozo en su cara. Tiene un sexo pequeño y muy cerrado y va completamente depilada, cosa que la hace parecer más joven. Cuando él separa los labios exteriores de su sexo, ella no puede evitar cerrar los ojos, expectante. Aparecen entonces, los labios interiores muy rojos, brillantes por la excitación.
Él empieza a chuparlos y jugar con un dedo en su vagina mientras ella se agita.
Me parece sentir un grito a lo lejos. Mi sexo esta a punto de estallar. Pongo el zoom pero no se distingue bien, así que lo dejo como estaba.
Ella continua con los ojos cerrados, la boca entreabierta. Se esta pellizcando los pezones y él con la cara enterrada entre sus piernas continua comiéndosela. El orgasmo no tarda en llegar, el cuerpo sudoroso de ella se tensa elevando el pecho y dejando caer la cabeza hacia atrás. Debe ser muy intenso porque coje la cabeza del hombre y la aprieta contra su sexo. Me pregunto si él podrá respirar enterrado entre sus piernas... ¡Yo me ahogaría con gusto!
Ufffff, me he corrido al mismo tiempo que ella. Recurro a los Kleenex de mi compañera para limpiarme. Es una suerte que las mujeres sean tan previsoras. Qué diría si me viera en estos momentos... No he quitado la vista del monitor. Él se ha echado a un lado y ahora la cámara capta la imagen de la mujer desnuda. Abierta de piernas, húmeda. Parece que no ha tenido bastante, esta acariciándose como para retener el placer. ¡Es tremendamente excitante! Me he vuelto a empalmar. Él mira hacía la cámara y esta vez no hay duda... ¡Me ha guiñado un ojo!
Suelto mi sexo avergonzado y asustado. Él sigue mirándome a través de la pantalla y me hace un gesto con la mano extendida hacía ella, que ajena, sigue acariciándose con los ojos cerrados. Es como si me la ofreciera. ¡Esto no me puede estar pasando a mi!
Vuelve a ignorarme y la ayuda a incorporarse. La besa, le lame los labios, la cara. Ella le coge la mano y la acerca a su sexo pero él la aparta. Hace que se ponga de espaldas, sujeta sus manos besándole la nuca y acaba inclinándola sobre el coche. La nueva postura hace que vuelva a masturbarme frenéticamente.
Ella aparece ahora con el pecho aplastado sobre el capo, la cara girada hacía la derecha, las piernas abiertas descolgadas hasta el suelo, el culo elevado e impúdicamente abierto y el sexo empapado expuesto a la mirada de su amante... y la mía. "¿Lo sabía ella?" Él volvió a mirarme con una sonrisa pícara e inmediatamente la penetró.
Fue un polvo salvaje. Él entraba y salía de su sexo empujando con fuerza, ella arqueaba la espalda, él la cogía del pelo atrayéndola hacía atrás, gemían, sudaban, sudábamos. El aire acondicionado de la caseta no calmaba el calor que sentía. Mis dedos se aferraban a mi pene que estaba duro como nunca. Subían, bajaban.
La cogía del pecho, la mordía en la espalda y no paraba de empujar. El coche se bamboleaba al ritmo de los amantes. Las manos de ella se estiraron buscando algo a lo que agarrarse para controlar los temblores de un nuevo orgasmo. La cogió por las muñecas y con un grito se derramó en su interior y cayó sobre ella.
Cerré los ojos incapaz de ver nada mas. El olor a sexo impregnaba las cuatro paredes de la garita. Mis dedos, pringados, sujetaban todavía mi sexo que poco a poco recuperaba su aspecto original. Un hormigueo placentero persistía en mi abdomen.
Abrí los ojos. Él la limpiaba con una toallita húmeda besándola después. Ella sonreía y se dejaba mimar. No tardarían en salir.
Me limpié rápidamente, me abroché el pantalón y utilicé un bote de colonia que encontré por ahí como ambientador, intentando disimular el olor.
Unos minutos más tarde su coche aparcó a mi lado, abrí la ventanilla y me dispuse a cobrar. Ella estaba preciosa con las mejillas sonrosadas y una sonrisa de satisfacción.
-Serán 7,50 -le dije sin mirarle.
-Una noche calurosa ¿eh? -dijo mientras rebuscaba el dinero en su cartera.
-Sí, en verano ya se sabe -contesté rojo como un tomate cogiendo el dinero. Ni lo conté. Levanté la barrera y murmuré un buenas noches apagado.
-Muy "buenas" sin duda -contestó guiñándome un ojo mientras apretaba el pedal del gas y se alejaba.
Entonces lo vi. En el lugar que segundos antes ocupaba el coche había un papel que juraría que antes no estaba. Tuve una corazonada, algo me decía que era una nota de ellos. Salí corriendo con el corazón acelerado. Desdoblé el papel, no me equivocaba. Me quedé de una piedra al leer:
"Mirar es divertido pero participar aún más. Te espero". Un flamante beso rojo estampado junto a un número de teléfono firmaban el mensaje.
Guardé la nota en el bolsillo y con una sonrisa tonta en los labios, volví a mi silla. Esta era sin duda, la noche más increíble de mi vida.

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