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miércoles, 29 de agosto de 2007

Un día de playa

Aquel viaje por Asturias estaba resultando agotador pero por fin teníamos un rato para nosotros. Después de muchos días de calor, en Ribadesella no quería salir el sol. No era muy buena idea ir a la playa, pero nos habían hablado de una nudista poco visitada, la playa de La Vega, y nos apetecía mucho quitarnos la ropa y relajarnos tumbados en la arena.
Decidimos que pese a las nubes iríamos, ya que no hacía nada de frío. Cogimos el coche y el mapa y en menos de media hora estábamos sobre las toallas.
El sitio era bonito, una cala no muy grande rodeada de dunas y casi vacía, por lo menos aquel día. El agua estaba helada, apenas si me mojé los pies y salí, dejando a Luis disfrutando como un niño en medio de las olas. Tenía un poco de sueño así que me tumbé boca abajo gozando de los rayos del sol que se colaban entre las nubes. Una dulce modorra se apoderaba de mí y al poco me dormí.
Me desperté al sentir tu mano acariciándome los muslos pero me hice la dormida y abrí un poco las piernas como quien no quiere la cosa. Apartaste la mano y durante unos instantes sentí tu mirada sobre mí, supongo que observabas si dormía o no. Continué con los ojos cerrados y al poco reanudaste las caricias.
Tu mano iba desde las rodillas hasta el pliegue de mis nalgas y no sé si sería impresión mía o lo hacías a conciencia, pero tu pulgar cada vez que llegaba al hueco de entre mis piernas se introducía un poco más, e inconscientemente éstas se separaban unos centímetros más. No sé cuanto duro el juego pero para cuando tu dedo alcanzó la humedad de mi sexo yo estaba más que excitada y esperaba que no te detuvieras ahí.
Siempre habíamos fantaseado con hacerlo en la playa pero el miedo a que nos pillaran había sido más fuerte que el deseo en alguna de las ocasiones que tuvimos. Jamás me hubiera imaginado que este sería el lugar donde esa fantasía se haría realidad y aunque deseaba abrir los ojos, girarme y besarte me mantuve inmóvil para no romper el hechizo.
Tu dedo se introdució del todo en mi sexo y se me escapó un gemido. A estas alturas tú sabías perfectamente que no estaba dormida pero imagino que te gustó el juego y tenerme así, a tu entera disposición, por lo que hundiste aún más el dedo y te inclinaste sobre mí para recorrer con tu lengua mi espalda.
Acariciaste con delicadeza mis nalgas antes de enterrar tu cara entre ellas. Tu lengua bajó lentamente y se detuvo en el anillo rosado de mi ano. Jugabas a meter y sacar la lengua, debilitando la resistencia de sus pliegues sin olvidarte ni por un momento de tu dedo que entraba y salía de mi vagina cada vez más rápidamente. Estaba al borde del orgasmo y cada vez me era más difícil mantener la inmovilidad. Cuando sustituiste la lengua por otro de tus dedos, me corrí empapándote las manos y mordiéndome los labios para no gritar.
- No abras los ojos - dijiste mientras en pocos segundos, cogías mi cintura, me colocabas a cuatro patas, separabas mis nalgas y tu sexo entraba abriéndose camino por el estrecho canal de mi culo, lo cual me provocó un nuevo orgasmo que se encadenó con el anterior y me hizo gritar.
Un beso me silenció y me hizo abrir los ojos asustada.
- Todo esta bien, disfruta.
Estabas de rodillas frente a mi sonriendo y con una gran erección. Volviste a besarme mientras alguien seguía penetrándome a mi espalda. Acercaste tu sexo a mi boca mientras acariciabas mi pelo. Te lamí lentamente mirándote a los ojos hasta que mi desconocido amante cambio de ritmo, me agarró con fuerza las caderas y empezó un mete y saca cada vez más rápido, profundo y placentero. Cogiste mi cabeza, tu sexo llenó mi boca. Automáticamente empecé a chuparlo y succionarlo con pasión. Pronto los tres fuimos uno. Nuestros movimientos se acompasaron. Las sensaciones múltiples eran insoportablemente placenteras y un nuevo orgasmo me hizo temblar de pies a cabeza al mismo tiempo que el desconocido se corría dentro de mí. En ese momento tu semen lleno mi boca. Caí agotada sobre la toalla, me ayudasteis a darme la vuelta entre besos y entonces pude verle.
- ¡Eres tu! - grité sorprendida. Por increíble que fuera, allí estaba Pablo, uno de nuestros mejores amigos, sonriente. - ¡Lo teníais preparado! -.
Pablo me besó, tú me abrazaste y a lo lejos vimos que se acercaba alguien por lo que acabamos los tres en el agua jugueteando antes de volver al hotel donde... Eso será otra historia ;)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un passada com escrius. Com et deia, em fas sentir dins el relat.
M'hauria agradat ser el protagonista d'aquesta historia.
Petonets - Lluis.