/*Codigo para emoticonos*/

martes, 24 de julio de 2007

Soñando

Cuando pienso en ti, lo primero que me viene a la cabeza es la imagen de un bosque. Y no precisamente porque haya estado contigo en ese lugar ¡Qué ya te gustaría! Si no, porque esa fantasía tuya ha pasado a ser parte de las mías sin que yo lo pueda evitar.

Tú sabes de buena tinta que soy comodona y que descubiertas las posibilidades de una cama o sofá, lo de ir a un bosque a echar un polvo... como que no.
Pero mira chico, tanto bromear con el tema ha hecho que empiece a resultarme atractiva la idea o tal vez es sólo autosugestión.
Me pregunto que es lo que te da morbo exactamente.
Sé que el punto exhibicionista del asunto tiene mucho que ver. Te encantaría que hubiera alguien escondido observando como me desnudas.
Creo que pensar que esa persona desconocida se masturba en silencio desde su puesto de observación te pondría más cachondo y me follarías hasta la extenuación. Seguro que, el hecho de que yo ignorara que teníamos compañía (Porque te cuidarías muy bien de no decirme nada para no violentarme) aún te motivaría más.
Tengo una duda. ¿Me lo confesarías después compartiendo unas cervezas en el primer bar o guardarías el secreto para ti solito?
También se me ocurre que te puede salir la vena aventurera y decidieras que donde disfrutan dos pueden disfrutar tres. Suponiendo que esa persona anónima se prestara al juego... ¿Cómo reaccionaría yo? Lo estoy escribiendo y ya me excito, reconozco que es extremadamente morboso.
¿Realmente me dejaría llevar por la confusión de besos, caricias, bocas, manos, sexos...? Siendo racional la respuesta esta clara, saldría corriendo presa de un ataque de pánico. Claro que, nunca he sido muy racional.

A veces pienso que además de exhibirte y exhibirme lo que realmente deseas es atarme a un árbol desnuda y someterme a tus caprichos. Eso me hace soñar aún más.
Me imagino sujeta por la cintura con una cuerda que rodea el tronco del árbol y da otra vuelta bajo mis pechos, elevándolos ligeramente. Dejarás mis brazos y manos libres pero atarás mis tobillos tensando la cuerda por detrás del tronco de forma que mis piernas se mantengan abiertas. Me gustaría que vendaras mis ojos pero no lo harás. No te quieres perder ni un solo gesto de mi cara.
Te sentaras frente a mi observándome en silencio. Sabes que eso me pone muy nerviosa.
Pronto mi cuerpo se cubrirá de sudor y los pezones me traicionaran una vez más delatando mi excitación.
¿Me pedirás que me masturbe para ti?
¿Hundirás tu lengua en mi sexo haciendo que me corra una y otra vez en tu boca?
¿Morderás mis pechos mientras tus dedos me penetran sin piedad?
¿Te refregarás contra mí mostrándome tu erección, mezclando tu sudor con el mío, llevándome hasta el límite pero sin dejarme acabar?
¿Aguantarás mucho tiempo sin desatarme privándote del placer de usar mi boca?
Ya ves... mi imaginación se desboca, fantaseando con sexo al aire libre y quizás, lo único que te apetece es dar un simple paseo entre la vegetación. Vas a tener razón, ¡Lo mío es puro vicio!
Vicio o no, cada vez que paseo por un bosque tu presencia se hace patente. Mi mente recrea tu imagen y rememoro tu voz. Me excito y busco a mi alrededor un lugar adecuado. Lo retengo en la memoria por si un día apareces y decidimos que todo esto deje de ser una ilusión y se convierta en realidad.

lunes, 9 de julio de 2007

Atrapados

Allí estábamos, por fin sentados frente a frente en la mesa del restaurante al que me habías invitado a cenar para impresionarme, sin darte cuenta que una marisquería para turistas no era el lugar adecuado para ese fin.
Dos meses hablándonos a través de un monitor dan para mucho y esperaba tener ante mí al hombre seguro de si mismo, castigador y sin pelos en la lengua que durante todo ese tiempo había estado jugando conmigo al gato y el ratón. Por supuesto, el papel de ratón me tocaba siempre a mi. Lo que me encontré fue a alguien tan perdido como yo pero con una autoestima a prueba de bombas ¿Quien si no es capaz de ponerse una americana roja y unos pantalones de pinzas del siglo pasado y creerse Alain Delon?
Te recogí bajo un aguacero impresionante lo que evitó pensar si sería sensato o no ir en mi coche con un desconocido o tomar el primer metro para estar rodeados de gente. Tu voz me encantó, varonil y con un punto canalla que me puso nerviosa pero logré aguantar el tipo sin dejar de pensar en una de nuestras últimas conversaciones, cuando dijiste que me ibas a regalar un consolador para celebrar nuestro encuentro ¿Habrías sido capaz? No vi ningún paquete pero no descarté la posibilidad de que tuvieras un as en la manga.
Me violentaba sentir tu mirada en mi escote y saber que lo estabas haciendo a conciencia, porque disfrutabas viendo como me sonrojaba sin poder evitarlo.
La conversación era fluida. Siempre lo había sido. Es fácil hablar contigo aunque no tan fácil llevarte la contraria.
Sin embargo desde el primer día entre tu y yo hubo algo parecido a un pacto tácito de no agresión. ¡Y mira que nos las decíamos gordas!




-¿Siempre bebes con pajita?
La pregunta me sorprendió. No tenía nada que ver con la crítica que en ese momento estabamos hacienco del Sr. Aznar y sus ansias de pode.
Más roja que antes, dejé la bebida y farfullé algo incoherente mientras me mordía el labio inferior, gesto que siempre hago cuando estoy nerviosa.
-Mujer, si estabas muy sexy. Tienes una boca preciosa y seguro que muy dulce.
-Sólo tienes que probarla y lo sabrás - Te contesté retadora tragándome la timidez.
-Habrá tiempo para todo -Dijiste pasando uno de tus dedos por mis labios y ese gesto, por increíble que parezca, me calmó.
Te juro que cuando pedí espárragos con mayonesa de primero, no pensé que comerlos se convertiría en un juego de seducción.
Mojar la puntita en la mayonesa, acercarla despacio a los labios para que no gotee, y morderla con decisión pero delicaleza sin dejar de mirarte a los ojos, estaba resultando algo electrizante. Sobretodo porque la presión de tus rodillas contra las mías se intensificaba al mismo tiempo que el brillo de tus ojos.
No creas que me manché la barbilla a posta, la mayonesa es tan traicionera...
-Te has manchado - dijiste mientras me limpiabas con un dedo.. Un dedo que pusiste entre mis labios, que yo estomáticamente chupé entrecerrando los ojos. Un dedo que tú dejaste unos segundos más de lo necesario.
-Unos labios muy suaves, sin duda.
El camarero apareció para retirar los platos y de paso mirarme con descaro mientras, sonriente , te preguntaba si todo estaba a tu gusto. Me pareció notar cierto retintín en su voz.
-Esta todo buenísimo - le contestaste mirando hacía mí.
El rubor volvió a aparecer en mi cara pero por suerte el camarero ya se había marchado con los platos.
- Voy al lavabo.
- Bien, pero camina despacio, quiero verte bien.
Esa frase me paralizó y dudé entre ir o no ir durante un instante.
"No dejaré que me descoloques" - Pensé para mi.
Me levanté, cogí aire y me incline un poco hacía ti de forma que pudieras ver mi pecho en su totalidad. Giré lentamente.
El pantalón se había bajado un poco y el tanga asomaba impúdico por encima del borde. Empecé a caminar lentamente con un leve contoneo de caderas sabiendo que mi culo, en ese momento, era tu centro de atención.
"¿Qué estoy haciendo?" - Me pregunté nada más cerrar la puerta del baño.
Sabía que jugaba con fuego y que si seguía así no podría pararlo pero... ¿Quería pararlo?
Estaba excitada, me sentía guapa y confiaba en ti y eso que tu aspecto de boxeador no era demasiado tranquilizante.
El móvil sonó justo cuando acababa de bajarme el tanga. No sé porque lo cogí. No suelo hacerlo cuando estoy en un lugar tan inadecuado y menos con el culo al aire, pero sabía que eras tu aunque en la pantalla apareciera como número oculto.
-¿Si?
- Seguro que estas muy sexy con la ropa a medio quitar. Tendrás que agradecerme el esfuerzo que estoy haciendo para no entrar y acabártela de quitar. Me quedé callada con ganas de decirte que entraras, que me arrancaras la ropa y que hicieras lo que quisieras conmigo.
¿Cómo sería montárselo en el lavabo contigo? La fantasía se esfumó al oír de nuevo tu voz.
-¿Me lo vas a dar, verdad?

¡No podía ser que recordaras eso!
- No sé a que te refieres - Contesté.
- Vamos... no te hagas la interesante, ya sabes lo que quiero que hagas.
Era una situación surrealista pero excitante. Reconozco que me tenías en tensión desde que te recogí, bueno, casi desde que te conocí y tú lo sabías y lo explotabas.
Claro que, la culpa es mía por jugar contigo sin tener claro si quería jugar. Ahora las cartas estaban sobre la mesa y en mi mano estaba la decisión de plantarme o no. Hacía mucho tiempo que no estaba tan excitada. ¡Quería más!
Me bajé el pantalón del todo para quitarme el tanga y entregártelo como un regalo. Era una de tus fantasías, ya sé que con pantalones no es lo mismo. No podrías meter el pie entre mis piernas bajo la falda...
Regresé a la mesa con la sensación de que todos me miraban. De que sabían que la costura del vaquero empieza a rozarme de lo empapado que estaba.
-Se van a enfriar las gambas, tardona.
Me preguntó como puedías mantener la compostura mientras yo temblaba.
- Lo siento, me entretuve.
"¿Y ahora como te lo doy?" - Pensé. Había una rubia oxigenada en la mesa de enfrente que no nos quitaba ojo.
- Esto es para ti - Susurré extendiendo mi mano cerrada en tu dirección.
Sonreíste, me besaste la mano y abriste mis dedos de uno en uno. La prenda cayó en tu mano. Te la llevaste a la nariz con disimulo para olerla, aunque no tan discretamente como para que la rubia se diera cuenta del detalle y empezara a dar codazos a uno de sus acompañantes. Ahora nos miraban todos. Lo sabían, seguro.
- Hueles muy bien - Comentaste haciendo desaparecer el tanga en el bolsillo de tu chaqueta.
No llevaba falda pero tu pie descalzo rozaba mi pantorrilla y ascendía despacio mientras pelabas una gamba y me la ofrecías.
Volví a lamer tus dedos. Tu pie presionaba mi entrepierna y se me hacía difícil mantener la conversación. Te facilité el avance separando más las piernas.
La rubia se levantó y se dirigió al lavabo. Al pasar junto a nuestra mesa me guiñó un ojo. Bajé la mirada avergonzada. La presión de tu pie era insoportable y continuabas hablando de tu niñez siguiendo con la mirada los movimientos del culo del la rubia.
- Tu culo es mucho mejor - Dices de repente sin venir a cuento.
Tuve que morderme el labio para no gemir. Busqué tu mano y la apreté con fuerza. No pudé evitar cerrar los ojos disfrutando de ese instante. Mi vagina palpitaba tan fuerte que creo que lo sentías en tu pie a través de la tela del pantalón.
Respiré hondo, abrí los ojos y allí estabas tu sonriendome burlonamente.
- Cuando me dijiste que eras fácil, no pensé que lo eras tanto.
Nos reímos los dos y brindamos por la felicidad.
La rubia volvió del baño con el maquillaje retocado, algún botón de más desabrochado y un gesto provocativo dedicado a ti.
¡Qué lástima! Le dedicaste una mirada de desprecio y la ignoraste cuando ella fingió torcerse un tobillo justo al lado de nuestra mesa. Su agradecimiento tuvo que ser para el camarero que en ese momento nos traía la cuenta y la socorrió.
No debería decirlo pero en ese momento me sentí como la Reina de Saba.
Pagaste. Retiraste mi silla para que me levantara. ¿Sabes? Eres el único hombre en mi vida que ha hecho algo así y por mucha igualdad, feminismo y demás cosas que dicen que eso es una horterada, me gustó y me siguió gustando cada vez que lo hacías.
Te besé apasionadamente ¡Qué más da que estuviéramos rodeados de gente! Tu lengua penetró en mi boca impaciente por encontrar la mía. Me abrazabas con fuerza. Creo que eso evitó que me cayera debido a la flojedad de mis piernas. Estuvimos así durante unos segundos, segundos que me parecieron horas. Me cogiste de la mano y salimos de allí.
No pude evitar mirar a nuestra "amiga" que nos observaba con envidia. Sola en aquella mesa, acompañada de tres hombres que hablaban de sus cosas sin hacerle caso.
Lo de la pensión se me ocurrió a mi, no quería un polvo rápido en el asiento de atrás del coche, y tu te dejaste llevar.
Tardé en olvidar la cara sarcástica del melenudo que ejercía de conserje esa noche, en el mismo momento que nos dio la llave.
Cuando el ascensor llegó arriba ya te había desabrochado la camisa sin dejar de comerte la boca. No sé como te lo hiciste para desnudarme el pecho sin sacarme la camiseta. Estrujabas mis senos luchando al mismo tiempo con la cerradura. La puerta se abrió de repente y perdimos el equilibrio. Caímos al suelo.
Cerraste la puerta con el pie mientras mordías uno de mis pezones.
La ropa desapareció mientras me penetrabas como si fuera la única cosa que te importara en el mundo.
No recuerdo como pasamos del suelo a la cama ni que pudo pasar para que acabarás atado al cabecero retorciéndote del placer que provocaba mi boca en tu sexo.
Pronto te liberaste y pasé a ser tu prisionera. Los papeles se invirtieron y los gritos llenaron la habitación.
Aquel fue el primero de muchos encuentros.
No sé en que momento dejó de ser sexo para convertirse en algo más. Una pasión arrolladora que hacía que cada vez que nos veíamos fuera única y lo vivíamos como si fuera la última vez.
Hace tiempo que te fuiste. Casi había conseguido olvidarte. Tu vives con ella, yo con él... Pero, cuando abrí aquel paquete y descubrí el tanga que tenías en tu poder supe que acudiría donde fuera y como tu quisieras en el momento que me lo pidieras.